mayo 13, 2007

Regalo de visperas*





Caminando por esta ciudad de cables colgantes, autos enfurecidos, ruidos desorbitantes, aires grisáceos, basura cotidiana y lotes baldíos, escuché un silbido que era como un oasis entre tanto caos urbano. Hasta el tiempo se detuvo para ver pasar al hombre que tiene el don de ser jilguero e iluminar a su paso el gris asfalto.
Yo sólo pude, desde lejos, muy lejos, tomarle esta imagen. Le agradesco que regaló frescura a mi día y trajo de vuelta aquel recuerdo de otra voz que me decía: "Sabía que venías en camino porque te escuché silbar", y a quien también le gustaba mucho silbarme tonadas de su propia inspiración para que despertara contenta todas las mañanas.
Ahora mismo reflexiono que dejé de hacerlo muchos años, últimamente regresó a mi esta costumbre.

Gracias al hombre-jilguero sé que silbar es para mí un síntoma de que todo va bien, y la vida sigue...




*Horas litúrgicas en la vida monástica, se estima que es hacia las 4.30, al ponerse el sol.
No pude poner acento en el título, pero aquí está escrito correctamente: "vísperas".

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