diciembre 19, 2004

El Barco

En la calle de El Beso, hay tres personas que cuidan los autos: Miguel, su madre y un hombre como de 80 años que un día la madre de Miguel le dio asilo en su casa de cartón.
- Pobrecito, no tiene a nadie- me dijo la "seño" al siguiente día que lo acogieron como nuevo integrante de la familia.
Esa tarde, al irme a casa a después de una discusión y con toda la tristeza sobre los ojos, salí caminando sobre la calle de El Beso. Al dirigir la llave hacia el auto, observé que un barco de papel se tambaleaba sobre el cofre guinda.
- ¿Y este barquito?, pregunté en voz alta.
- ¡Lo hice yo señorita y se lo puse ahí para que le dé buena suerte!
Era el viejo, que sonriente estaba recargado sobre una puerta. No pude decir nada, toda la emoción se atoró en la garganta. Me quedé parada observándolo. Preguntándome cómo le hizo para saber que necesitaba un "barco de la buena suerte".
-Ándele ya váyase. Mañana será otro día.
Me subí al auto y solo pude decirle "Gracias".

* * *


Me gustaría que de vez en cuando llegaramos con un "barquito de la buena estrella" entre las manos para regalarnos, así nomás, sin que nadie lo pida.
Creo que no hemos podido hacernos mas regalos que esta tristeza de los viernes de invitación a comer.
Ojalá la suerte y la buena estrella lleguen para ambos sorpresivamente, como los barcos de papel llegan volando con las alas de los viejos; y cuando partan a otros lugares mágicos el bello barco se lleve ésta, nuestra soledad de viernes, de sábado, de domingo, de lunes, de martes, de miércoles, de jueves...

Te quiero mucho.