enero 13, 2010

La Albahaca y las hojas empastadas

Una vez, después de usar una rama de albahaca para condimentar un rico aderezo, decidí meterla en agua para luego pasarla a una pequeña maceta. Lo hice un poco desesperanzada, pues en ese tiempo de mi vida todo lo que sembraba se secaba.
- Tienes buena mano —dijo mi papá—. Pensé que esta incapacidad era un reflejo de mí misma, como si todo lo que estuviera sembrando en la vida estuviera condenado a no florecer. Tenía poca paciencia.
Pasaron algunos días y le pregunté a mi papá:
- ¿Ya la siembro?
- No, déjala que eche más raíces.
Y entendí todo.

Mi albahaca y mi sueño más grande a veces parece que se marchitan. Pero siempre ha llegado alguien para recordarme echarle agua a ambos.
- Los sueños están hechos de voluntad, dice Marco. Y de paciencia, digo yo; y vuelvo a creer.






La albahaca sigue creciendo, y el sueño tampoco se marchita.