enero 12, 2007

El lugar donde fuiste feliz...

Hoy vi fotos de mi tatarabuelo, bisabuelo y mi abuela, todos de la rama familiar de los Vera. De ahi llegaron los Alvarez Vera y después llegué yo, Alvarez Sánchez. Vi sus caligrafías, hermosas, perfectas, sus dedicatorias correctas y dirigidas a otro miembro de la familia para que tuviera a bien recordarle con afecto. Fue como entrar a la máquina del tiempo, 1902, 1908, 1950...
Siempre es bueno saber de dónde venimos, saber que a tu tío bisabuelo la revolución se lo llevó y su padre murió del coraje de perder a su hijo y sus tierras. Que mi abuela y abuelo tejieron una historia casi de película, que mis tíos dominaban el arte de la charrería y las historias de los túneles que llevan de la casa de mis abuelos a la iglesia. Me gustó recordar el aroma de mi abuela, ver la vieja casa donde crecí a su lado y ver esa foto donde está ella en su sillón favorito junto a una prima, que deseé haber sido yo.
Recuerdo la casa, el gato, las gallinas, la comida, la obscuridad, su belleza, su suéter rosa y su sillón acojinado de la primera sala que llevaba al jardín del pozo.
Viajé. Estuve ahí de nuevo y ya no quería regresar. Los años que viví a su lado fui inmensamente feliz y también la extraño.
Hace poco alguien me dijo: no se como puedes seguir después de tanta muerte. Y es muy simple la respuesta, o te mueres del coraje ante la inevitable revolución de la muerte, o sigues tu camino con fuerza, con la certeza de que algún día volverás a jugar en aquella casa vieja y a oler el maravilloso perfume de violetas.
Todos los Alvarez vivimos en algún momento cosas que nadie cree o imagina y a manera de agradecimiento a los que iniciaron ésta rama familiar, acordamos los reunidos en esa mesa recopilar fotos y datos para el árbol genealógico de los Alvarez y Vera.

Los ancestros son mágicos y nosotros hoy tuvimos a bien recordarles con afecto y algo de nostalgia.

enero 11, 2007

Pre-sentimiento

Debo confesar: nunca tuve mascota en casa. Ni un perro, ni gato, ni pez, ni hamster, nada. Mis frustrados intentos de mascota fueron un pollo que mi papá al llevárselo a la granja lo ¡olvidó! en su cajuela y murió trágicamente, y algunos conejos que crié en la granja. Con los cerdos y gallinas siempre me llevé bien, pero desde que vendieron a "Roy" mi cerdo favorito, decidí no quererlos más.
Hace casi cuatro meses pedí en adopción a (curiosamente) "Roy", un pobre solitario perrito que vive junto a la casa de mi hermana. No me lo dieron. Sinceramente me hice muchas ilusiones con el perro, pero desde aquella plática con la dueña su vida mejoró bastante. Me quedé triste, sin Roy que cuidar.
Pasaron los días y pedí un deseo: "quiero una perra que sea mi compañera, alegre, lista, amorosa, no muy grande y nada corriente".
Como siempre que pido deseos, el proceso fue largo para que se cumpliera. Primero llegó el mensaje: "los perros escogen a sus dueños", pero yo pensé: ¿cómo diablos saber cuando estás frente al perro correcto?. Y pasaba los días y las noches cazando perros callejeros que me vieran o movieran su cola para saludarme, pero parecía que la tierra se los había tragado. Hasta que mucho tiempo despúes llegó el sueño:

"era vista aérea y desde lo alto te vi
ahi estabas pequeña, corriendo hacia la recámara de mi papá
vi tu color cafedorado y tu mancha exacta y perfecta
era la señal para reconocerte"

Un día de esos grises acompañé a Edgar a casa de Christian en Cholula. Llegando saludé a Sabina su perra y le dije: tengo ganas de un perro. ¡Oh coincidencia! Sabi acababa de ser madre. Con cierto recelo fui a ver a los cachorros, yo estaba decidida a encontrar en la calle a mi compañera perruna y Aida estaba en trámite de convencimiento con un cachorro vagabundo jalapeño. Cuando abrí la puerta una camada de perros se avalanzaron sobre mi, unos lloraban, otros me hechaban las patas, otros mordían mis agujetas. Hasta atrás abriendose paso estaba esa figura que había soñado. Ahora mismo que lo escribo no puedo creerlo. ¡Ahí estaba, era mi sueño, mi presagio.. mi compañera!. En el acto Christian me dijo: es tuya, te la regalo.
Tenemos juntas casi un mes y todos me dicen que es hermosa, y en la calle todos la ven y la quieren tocar y le hablan y la señalan. La vida me lo concedió todo: es alegre, lista, amorosa, no muy grande y nada corriente.
Ella escogió su nombre. Pasó por Iskra, Simone, Peque, Burbuja... pero Dalí es el que le ha gustado.
Dalí es la nueva integrante de la familia, ya todos la conocen, la quieren y llaman para preguntar cómo está la "señorita".
Ella es feliz, ama mi cama, tomar baños de sol en la cocina, su trenza de trapo, robar mis chanclitas verdes, saltar y por supuesto, ama correr hacia la recámara de mi papá.
Y yo soy feliz, muy feliz, y sigo pensando que soy una afortunada.

Mi pequeña Dalí, eres mi mejor pre-sentimiento.